Ese viernes me despertó un trueno que parecía que iba a romper los cristales de la ventana. Por suerte, me dí media vuelta y conseguí conciliar el sueño de nuevo. Pero ahí empezó la pesadilla.
Me encontraba en mitad de la calle completamente empapado, con una lluvia que no dejaba de caer sobre mí y que me tenía paralizado. Estaba calado por fuera, pero seco por dentro. Notaba que la garganta me dolía por su extrema sequedad. Intenté subir la cabeza, pero no podía. Venga, un esfuerzo. Como si tuviera colgado un peso de cien kilos sobre mi frente lo intenté, lo intenté, lo conseguí. Abrí la boca para que el agua de lluvia llegara hasta mi garganta y apagara el dolor cada vez más insoportable. Una mano con un guante blanco se aferró a mi hombro, sujetándome, mientras otra mano obligaba a mi cabeza a descender. Me enseñó un papel que apenas conseguía leer, pero que reconocí enseguida. Era el mismo papel que unos días antes habían dejado en el buzón de mi casa, en el que nos informaban de las ventajas de la privatización del agua de lluvia, y se imponían cuantiosas multas a quien osara usarla sin pagar el debido precio a la nueva empresa mixta, que así la llamaban. “Si cuando abres el grifo sigue saliendo el mismo agua que antes, ¿qué mas da quien te provea de ese agua?”. La mano me señaló la nueva fuente que habían puesto en mi calle y me obligó a dirigirme allí. Apreté el pulsador, pero no salía nada. La mano me señaló una ranura sobre la fuente. En un cartel sobre la ranuela podía leer: “Introduzca una moneda de un euro”. Me palpé los bolsillos y nada, estaban vacíos. No podía beber. No podía hacer funcionar la fuente, no podía girar la cabeza hacia la lluvia, no podía beber, no podía hacer funcionar la fuente, no podía girar la cabeza hacia la lluvia, no podía beber.
Desperté con el cuello completamente dolorido, con una tortícolis que me impedía girar la cabeza en ninguna dirección. Una mala postura, pensé. Tenía la garganta y el paladar completamente resecos. Seguro que he vuelto a dormir con la boca abierta. Voy a beber un vaso de agua, seguro que eso podré hacerlo. ¿Seguro?.
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