Ayer, aprovechando la fiesta en Madrid, me fui a Villalba, donde viven mis suegros. Allí estuve hablando con Antonio Rodríguez, “El Cholo”, miembro del Colectivo Correcaminos, un colectivo que defiende el uso público de los caminos públicos. Lógico, ¿no?. Pues no, porque la familia Aguirre, la de nuestra presidenta Esperanza, tiene una finca llamada La Granjilla (cientos de hectáreas, con lagos artificiales y palacio incluidos) por donde transcurre el Camino Real y la ha cerrado a cal y canto y no permite a nadie el acceso. Altos muros y verja con candado indican el paso a una propiedad privada.
La situación ha sido denunciada en los juzgados por el ayuntamiento de El Escorial (cuando en El Escorial gobernaba la izquierda, claro), y por los colectivos que recogieron cientos de firmas en contra de esta situación y a favor de la apertura del Camino Real.
El colectivo Correcaminos, junto con otras plataformas ciudadanas de El Escorial y Ecologistas en Acción, se han concentrado varias veces frente a esta puerta ilegal. En una de las ocasiones, rompieron el candado que les impedía el paso a su propiedad, a la propiedad de todos los españoles, y fueron denunciados por el hermano de Esperanza.
La justicia no sé si será ciega, pero desde luego hay algunos que saben hacer muy bien de lazarillos: mientras que las denuncias interpuestas por el ayuntamiento de El Escorial y los vecinos están esperando en el limbo de los justos, la denuncia del hermano de Esperanza se tramitó con toda agilidad y condenó a uno de los asistentes a pagar 340 euros por romper el candado.
Desde entonces, cada vez que se concentran, acude la Guardia Civil. Pregunta: ¿va a defender el derecho de los españoles a usar el camino, o a defender el no derecho del hermano de Esperanza a poner un candado? Respuesta: va a defender el no derecho del hermano.
La obsesión privatizadora de todo lo público por parte de la derecha, que tan bien representa Esperanza Aguirre, llega también a los Caminos Reales. Los neomorro aquí ni siquiera lo “conciertan”, directamente se lo quedan ellos; para qué molestarse, si la mayoría absoluta de los madrileños les aplauden que nos lo quiten. La neomorro no rompe España, se la queda.
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