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sábado, 8 de marzo de 2014

Esta es la historia de una mujer


Esta es la historia de una mujer.

La conocí trabajando. Ella era taquillera del cine Falla, y yo llevaba con mi furgoneta la películas a una cadena de cines. Ambos seguíamos estudiando a pesar del trabajo. Yo, además, aquel año estaba haciendo la mili. El Falla ha desaparecido, al igual que los otros cines en los que estuvimos muchos años juntos, el Dúplex, el Groucho, Los Ángeles…y tantos y tantos otros.

Pero nuestra etapa en los cines terminó, y ambos tomamos caminos laborales distintos. Ella empezó a trabajar en el Aeropuerto de Barajas, en la Sala de Autoridades, por donde pasaban todos los ministros y Jefes de Estado. Era la jefa de las azafatas. Fue entonces cuando nos casamos. A los tres años, la empresa quiso despedirla para volver a contratarla a los tres meses, y así beneficiarse de las ayudas a la contratación. La empresa se garantizaba también una temporalidad que la permitiría despedirla cuando se quedara embarazada, o cuando tuviera arrugas…ella se negó, y abandonó la empresa, no sin antes denunciarles, denuncia que ganó.

Montó su propia empresa de azafatas, pero tras unos meses, desistió. La mentalidad machista de muchos de los empresarios a los que ofrecía sus servicios entendía que azafata tenía como complemento otros “trabajos” y se negó a participar de ese “juego”. Tras unos pocos meses en el paro, decidiendo qué hacer con su vida, decidió continuar como autónoma, montando una tienda de prensa en la calle Emigrantes, en el distrito de Hortaleza. Luchó, peleó por ella. Trabajando allí nació nuestra primera hija. Trabajó hasta el día anterior al parto, y se reincorporó en el momento en el que la cicatriz de la cesárea le permitió cargar pesos. Para cubrir su baja contrató a una empleada a la que, a pesar de los consejos de todo el mundo, dio de alta en la seguridad social, y la pagaba conforme al convenio. En la tienda de 20 metros cuadrados trabajaba mientras cuidaba de su hija en el cochecito, y mientras la cambiada los pañales, y le daba el biberón, y la cantaba para que durmiera…

Pero cuando empezó a andar y a trastear entendió que no era vida para una niña. Tenía que trabajar 362 días al año, doce horas diarias y, aunque empezó a llevar a la niña a la guardería, seguían siendo muchas horas las que tenía que pasarse en la tienda, encerrada. Por su hija, abandonó la tienda.

Montó otra, una panadería, en el mercado viejo de la Alameda, la que había sido “la panadería del navarro” durante muchísimos años. Esta vez no lo hizo sola, sino con mi primo Pedro. Allí nació nuestra segunda hija. Aunque los días de apertura y las horas de trabajo eran los mismos que con la tienda de prensa, podía compaginar algo de vida laboral y personal gracias a la presencia de Pedro. Pero Pedro murió, de repente, muy joven. Y volvió a verse encerrada en una tienda, esta vez de 16 metros cuadros, y esta vez con dos hijas. Lo dejó, por ellas.

Entró a trabajar en el comedor del Colegio Público Ciudad de Zaragoza. Era trabajadora del comedor, cuidadora. A los pocos años la nombraron jefa del comedor, hasta hoy, teniendo bajo su responsabilidad a más de 30 monitoras y a más de 800 niños y niñas que comen cada día en el comedor escolar. Niños y niñas que no paran de aumentar en número año tras año. Seguro que la calidad de su trabajo y atención tiene mucho que ver. No sólo les da de comer. También les organiza múltiples actividades en la hora libre. Está convencida de que las dos horas de comedor no es solo para dar de comer a los menores, sino también para educarles, evidentemente en hábitos de alimentación saludables, pero también en compartir, en sentirse miembros de un grupo, en empatía, en igualdad, en compañerismo… A pesar de ser un minijob, el horario de trabajo no acaba a la salida del cole, porque siempre está pensando en “sus niños”, especialmente en todos aquellos que tiene algún tipo de alergia, cada día más abundantes, o en aquellos que se han enfadado con algún compañero, o en aquellos que tienen problemas en casa, también cada día más abundantes…. ¿Su estado de WahtsApp?: "En el cole"

Ahora, desde hace poco, pertenece al Grupo de Teatro Retruécano. Una de las pocas cosas que hace por ella y para ella

Lucila ha sido y es trabajadora, y madre, y esposa. Pero es, ante todo, persona. Una persona implicada en la lucha por los derechos de tod@s, en la lucha por la igualdad. ¿Su presentación en Twitter?: “Comprometida con la igualdad y la justicia social. ¿Lo que mas me gusta de este mundo? La libertad”

Hoy, 8 de marzo, he querido contar la historia de esta mujer. Son muchas las mujeres que, de una manera u otra viven, trabajan, son madres, luchan. Esta es la historia de una mujer, y estoy muy orgulloso de que decidiera compartir su vida conmigo.

Gracias Lucila.