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viernes, 31 de diciembre de 2010

Esto no es democracia

La democracia es el gobierno del pueblo. En esta democracia representativa, el pueblo decide, cada cuatro años, quien le va a representar en el poder legislativo, que es el que hace las leyes, ya sean nacionales, autonómicas o municipales. Y estos representantes, además, deciden quien se va a encargar del poder ejecutivo, que es el encargado de ejecutar las leyes, ya sean nacionales, autonómicas o estatales.

Hasta aquí todo va bien, o relativamente bien. Es un sistema que más o menos funciona y en el que tenemos voz y voto, aunque sea cada cuatro años. Es mejorable, sin duda, pero funciona.

Pero la democracia tiene otro poder, el judicial. Y aquí la democracia no existe. Una persona se pasa unos años estudiando un temario, se lo aprende de memoria, lo repite en un examen y, a partir de ese momento, esa persona puede hacer lo que le dé la gana durante el resto de su vida, juzgando como le dé la gana y sin que el pueblo haya tenido nada que decir en su elección ni en su mantenimiento.

Un juez puede dejar los papeles encerrados en un cajón el tiempo necesario para que la causa prescriba y no pasa nada. Sigue siendo juez. Un juez puede dictar decenas de sentencias injustas, que luego son rectificadas por instancias superiores, y sigue siendo juez. Un juez puede decir que la violada es la responsable de la violación por llevar la falda muy corta y sigue siendo juez.

Alguien me dirá: “si se demuestra que esas actuaciones las hace mal a conciencia sí que se le echa”. Claro, para echar a un juez hay que demostrar que todo el mal que hace es a conciencia. Si a mí mi jefe me da unos papeles para hacer y yo los guardo en un cajón y no los hago ni caso, puede que me “perdone” una o dos veces, pero a la tercera me manda a la calle. Y no lo hará porque demuestre que lo hago a conciencia, sino porque soy un inútil. Pero a un juez no se le echa por inútil, con lo listo que es, si se sabe de memoria el código penal.

Podemos elegir a nuestros mejores representantes para que hagan la mejor legislación urbanística posible, pero de nada servirá si, cada vez que alguien se la salte, el juez encargado dejará morir el expediente en un cajón.

En Castellón, Fabra, el presidente de su diputación, no va a ser juzgado por cuatro delitos porque han prescrito. Y ya está. ¿Hay alguien responsable? ¿Alguien es expulsado de la carrera judicial? ¿Se juzga a alguien por dejar prescribir las causas? ¿Oiga, hay alguien ahí?

Los delitos cometidos por un trabajador público, e incluyo aquí a los políticos, cometidos en ejercicio de su cargo, no deberían prescribir nunca.

Y un primer paso para democratizar la justicia sería un listado con causas admitidas por cada juez, causas juzgadas y causas prescritas, tiempo medio de resolución, y sentencias anuladas por recursos a instancias superiores. Con este conocimiento público, por lo menos podríamos distinguir entre jueces justos y jueces sinvergüenzas, y tendríamos la posibilidad de, al menos, ponerles colorados si aún les queda vergüenza.

El siguiente paso debería ser que pudiéramos elegirles igual que elegimos a nuestros representantes en el poder legislativo y ejecutivo. Que el pueblo decidiera quienes son sus jueces y quienes dejan de serlo. Que no gravite sobre un examen de empollón una de las 3 patas de la democracia que, evidentemente, está a su aire y no sujeta la democracia ni nada parecido, excepto el bienestar de los jueces inútiles.

Esto no es democracia

La democracia es el gobierno del pueblo. En esta democracia representativa, el pueblo decide, cada cuatro años, quien le va a representar en el poder legislativo, que es el que hace las leyes, ya sean nacionales, autonómicas o municipales. Y estos representantes, además, deciden quien se va a encargar del poder ejecutivo, que es el encargado de ejecutar las leyes, ya sean nacionales, autonómicas o estatales.

Hasta aquí todo va bien, o relativamente bien. Es un sistema que más o menos funciona y en el que tenemos voz y voto, aunque sea cada cuatro años. Es mejorable, sin duda, pero funciona.

Pero la democracia tiene otro poder, el judicial. Y aquí la democracia no existe. Una persona se pasa unos años estudiando un temario, se lo aprende de memoria, lo repite en un examen y, a partir de ese momento, esa persona puede hacer lo que le dé la gana durante el resto de su vida, juzgando como le dé la gana y sin que el pueblo haya tenido nada que decir en su elección ni en su mantenimiento.

Un juez puede dejar los papeles encerrados en un cajón el tiempo necesario para que la causa prescriba y no pasa nada. Sigue siendo juez. Un juez puede dictar decenas de sentencias injustas, que luego son rectificadas por instancias superiores, y sigue siendo juez. Un juez puede decir que la violada es la responsable de la violación por llevar la falda muy corta y sigue siendo juez.

Alguien me dirá: “si se demuestra que esas actuaciones las hace mal a conciencia sí que se le echa”. Claro, para echar a un juez hay que demostrar que todo el mal que hace es a conciencia. Si a mí mi jefe me da unos papeles para hacer y yo los guardo en un cajón y no los hago ni caso, puede que me “perdone” una o dos veces, pero a la tercera me manda a la calle. Y no lo hará porque demuestre que lo hago a conciencia, sino porque soy un inútil. Pero a un juez no se le echa por inútil, con lo listo que es, si se sabe de memoria el código penal.

Podemos elegir a nuestros mejores representantes para que hagan la mejor legislación urbanística posible, pero de nada servirá si, cada vez que alguien se la salte, el juez encargado dejará morir el expediente en un cajón.

En Castellón, Fabra, el presidente de su diputación, no va a ser juzgado por cuatro delitos porque han prescrito. Y ya está. ¿Hay alguien responsable? ¿Alguien es expulsado de la carrera judicial? ¿Se juzga a alguien por dejar prescribir las causas? ¿Oiga, hay alguien ahí?

Los delitos cometidos por un trabajador público, e incluyo aquí a los políticos, cometidos en ejercicio de su cargo, no deberían prescribir nunca.

Y un primer paso para democratizar la justicia sería un listado con causas admitidas por cada juez, causas juzgadas y causas prescritas, tiempo medio de resolución, y sentencias anuladas por recursos a instancias superiores. Con este conocimiento público, por lo menos podríamos distinguir entre jueces justos y jueces sinvergüenzas, y tendríamos la posibilidad de, al menos, ponerles colorados si aún les queda vergüenza.

El siguiente paso debería ser que pudiéramos elegirles igual que elegimos a nuestros representantes en el poder legislativo y ejecutivo. Que el pueblo decidiera quienes son sus jueces y quienes dejan de serlo. Que no gravite sobre un examen de empollón una de las 3 patas de la democracia que, evidentemente, está a su aire y no sujeta la democracia ni nada parecido, excepto el bienestar de los jueces inútiles.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Regálame un IJam

Sé que estás deseando regalarme algo y no sabes muy bien qué. Pues aquí tienes el regalo perfecto con el que seguro que aciertas. Además, si coincides con otro en el regalo, te aseguro que no me va a importar.

Gracias de antemano