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viernes, 3 de octubre de 2008

Viernes verde

Era viernes, y Pepita y Fernando estaban comiendo. Podían comer juntos porque, después de toda una vida de trabajo habían llegado a eso que llaman de edad dorada. Había sido una vida marcada por el trabajo y por la lucha en defensa de los vecinos, colaborando con los movimientos asociativos de su barrio. En sus ojos se podía ver la marca que deja esa sonrisa interior que se manifiesta siempre que se lleva a cabo un trabajo bien hecho. Un trabajo que habían estado haciendo durante toda su vida.

Mientras comían hablaban de los planes para el fin de semana. Los fines de semana convertían su tranquila casa en todo un hervidero de hijos y nietos, y de amigos, de muchos amigos que habían ido forjando en su lucha vecinal. Pero este viernes no podían hablar tranquilos. Un ruido infernal no paraba de meterse en sus oídos y les obligaba a levantar cada vez más la voz. Malditas obras, cuándo terminarán, obras, obras y más obras, y ruido, mucho ruido. La ventana cerrada apenas les protegía frente a ese ruido que les impedía comunicarse. Pepita se levantó nerviosa. El ruido no le estaba dejando comer, ni hablar. Necesitaba levantarse para ver si así se tranquilizaba un poco. Se asomó a la ventana.

- Fernando, ven, corre

Fernando llegó a la ventana y pudo ver lo que los ojos de Pepita no paraban de mirar. Los árboles que hace 40 años plantaron, aquellos que entre todos los vecinos que acababan de llegar al bloque decidieron cuidar para adecentar un barrio lleno de barro, estaban siendo talados.

Lo vieron caer muerto. Ese era su árbol y lo vieron caer muerto. Bajaron corriendo, bajaron gritando, bajaron llorando. Junto con otros vecinos se interpusieron entre el siguiente árbol y la máquina asesina. Ni uno más, no vamos a permitir que matéis ni uno más de nuestros árboles.

Hoy es de nuevo viernes. Comerán, se mirarán a los ojos, se preguntarán por los planes para el fin de semana, pero cuando miren por la ventana, nunca más volverán a ver su árbol.

En homenaje a los héroes vecinales que detuvieron la tala de 58 árboles en la Vía Verde de la Gasolina el viernes 12 de septiembre de 2008.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como comparto el sentimiento por su árbol, el sentimiento de Pepita y Fernando.Yo sigo sin acostumbrarme a estar sin el mío, el que acariciaron mis hijos desde mis ventanas, cuando vivían en casa, y eran niños o muchachos.Pero lo cortaron con ocultación y alevosía, al menos para mí.Me fuí de viaje y a la vuelta ya no estaba.En la última primavera ya no quedaba ni su marca.Pensé que lo repondrían ¡qué ilusa! como iban a hacerlo si no había razón alguna para que lo talaran...simplemente cubrieron su hueco de baldosas...¡maldigo a los cómplices!
María jesús