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viernes, 15 de noviembre de 2013

Hoy para mí es un día especial....

Hoy podía ser un día cualquiera. Pero no, es viernes, y sólo por eso ya tiene algo de especial. Aunque tengo que trabajar como casi todos los días, hoy salgo una hora antes, y luego vendrán dos días para....da igual para qué sean, mientras sean para no trabajar.

Desde los ventanales de este edificio "inteligente" se ve que hace un día precioso. El sol se impone sobre algunas nubes de algodón que intentan quitarle el protagonismo. Fuera, en la calle, la sensación no es la misma. Aunque el sol quiere calentar, las rachas de viento frío nos recuerdan que ya estamos en el otoño, en un otoño avanzado que parece tener prisa por dar paso al invierno. Pero el aire primero tiene que hacer su trabajo, y mueve las ramas hasta que consigue, poco a poco, que las hojas se desprendan y cubran con su manto marrón las aceras.

Todo este soliloquio es una manera de dar vueltas y no enfrentarme a lo que realmente tengo que decir. Está bien, lo diré. Sí, hoy es un día especial, pero no tanto por ser viernes como por ser mi cumple. Tampoco tiene nada de extraordinario este hecho, que ya he pasado por otros 49, pero este año, con el que acabo una decena, o la empiezo, parece que tiene un significado especial.

Puede que tuviera que hacer algo significativo, algún gran propósito del tipo "este año dejo de fumar", o "me pongo de una vez con el inglés", o "me tiño el pelo de verde".

Lo del pelo seguramente fuera demasiado "significativo", y ayudaría a confirmar el proceso de paulatina locura en el que me voy metiendo. Es lo bueno de cumplir años, muchos años, que puedes empezar a hacer estupideces y  con la excusa de "a mi edad ya puedo hacer lo que quiera", convertirte en un excéntrico. Camino voy, aunque es posible que tenga que esperar al siguiente decenio para poder sacar a pasear la excentricidad en toda su plenitud. Puede que para entonces ya me decida a teñirme el pelo de verde pero, ¿tendré pelo para entonces?. Igual dejo lo de ser excéntrico y paso a bohemio, que también farda.

Lo de bohemio es más guay. Puedes ir con cara de despistado, como pensando en tus cosas. Los demás, al verte, pensarán que mis cosas tienen que ser importantes para pensarlas tanto, y ganas un punto más en la calificación general. Decía noséquién que no somos más que la suma de las miradas de los que nos rodean. Pues eso, que el que me vean bohemio puede estar bien.

Pero lo de excéntrico tiene su punto, que te permite ir hablando en alto por la calle, o vestir de rayas y cuadros, o de azul y verde, sin que te llamen hortera, que no, que es que Alberto es un excéntrico. Mola.

Lo que sí que tengo claro es que no quiero que me digan "señor". Me da mucha grima. Cuando oigo que me llaman señor es como si rascaran con sus uñas una pizarra. Repelús-repelús. Al próximo que me llame señor le miraré como traspasándole, como si no le viera, y con mi cara de bohemio pensando en mis cosas, le ignoraré. Se merecería algo más, pero con eso de que no soy partidario de usar la violencia, me pierdo algunos desquites que...

-       ¿Y todo esto a qué viene?.
-       Y yo qué sé. Pues a menudo le has ido a preguntar.

Bueno, algo sí sé, que para eso hoy soy el prota de mi historia. Sé que no quiero hacer una revisión del pasado. El pasado, pasado está. Prefiero tomarme lo de los 50 como el inicio de una década que como el cierre de 5. Pues eso, que a mirar p'adelante.

Que decía también noséquién, aunque otro noséquién distinto del anterior, que uno sólo envejece cuando se le acaban los proyectos. Y tengo proyectos para aburrir y, por eso, porque son para aburrir, no los voy a contar. Y no, no son tan pequeños y llamativos como lo del pelo verde. Son muchos, variados, distintos, algunos complementarios. Son proyectos que saldrán adelante o no, pero en los que me esforzaré. O al menos lo intentaré, que la vida luego da muchas vueltas y nunca se sabe por dónde va a soplar el viento. Sí, ese viento que cubre las aceras de marrón hoja, también sopla para empujarnos en la dirección que le place.

Así, en plan abuelo cebolleta, diré que una cosa que he aprendido es que puedes decidir cómo ser, aunque es más difícil decidir cómo estar, que lo del yo y la circunstancia se dijo por algo. Que menuda es la circunstancia cuando se empeña en algo. Borrica como ella sola.

Vuelvo al tiempo, y a la rutina de las horas que me quedan en la oficina. Sobre la mesa, una caja de bombones informa a todo el que pasa que hoy es mi cumple.

-          ¿Y esto?
-          Es que es muy cumple
-          Ah, no lo sabía, muchas felicidades
-          Muchas gracias
-          ¿Y cuántos caen?
-          Cincuenta
-          Uy, no pensé que tuvieras tantos
-          Es que me meto en la nevera todas las noches jeje

Y así, o de formas parecidas, van pasando los compañeros, y también los coincidentes, incluso los jefes, que hoy no tienen problema en dedicarme una sonrisa.

En un rato, en un par de párrafos, saldré a comer. Solo, como siempre. O casi siempre. Me gusta, es una elección. Es la única hora del día que tengo para mí, para mis cosas, como diría mi yo bohemio, o para hacer lo que me da la gana, como diría mi yo excéntrico. Tuve un tiempo en que salía a comer con mi jefe, y terminé hasta el gorro de pasarme la hora de la comida hablando también de trabajo. Que no. Que esta hora es para mí.

Saldré e iré paseando hasta el Rodilla, que es mi sitio habitual. Veré el sol, y me acordaré del padre y de la madre del viento cuando intente liarme el cigarro. Pero podré, lo liaré, y me lo fumaré mientras camino por las anchas aceras de este barrio pijo donde trabajo. Es lo que tienen los barrios pijos, que tienen las aceras anchas, aunque sus habitantes prefieran moverse en coche, del garaje de su casa al garaje de su trabajo.

No estaría mal que en el trayecto me encontrara con el unicornio azul que ayer se me perdió, pero me da que va a ser que no, así que tendré que conformarme con disfrutar del paseíto de bajada, que encima es cuesta abajo y da gusto salir. El problema es a la vuelta, que es cuesta arriba y en dirección al trabajo, al edificio inteligente donde pasaré las últimas horas antes de....

En Rodilla, además, aprovecharé como casi siempre para leer. Ahora, desde ayer, estoy con "Retrato de familia con muerta", de Raúl Argemí. Llevo poco, porque además de en el Rodilla, apenas puedo leer en el autobús de ida y vuelta, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Por ahora me está gustando mucho. En la portada dice que es novela negra, pero en la contraportada dice que es novela social. Ya veremos, pero este Raúl escribe muy bien. Seguro que además, del Rodilla, me llevo alguna sonrisa de cuando me digan eso de "buenos días, ¿qué quiere tomar?".

Salir a pasear al sol, fumando un cigarrito, ir a comer y que te reciban con una sonrisa, enfrascarme en el libro....todo eso hará que este viernes especial, que debería estar en cualquier sitio menos trabajando, me olvide de las horas que llevo en el edificio inteligente, y de las que me quedan para salir de verdad.

Entonces sí, a las 5 de la tarde, comenzará de verdad mi cumpleaños.



PD. Este relato es completamente ficticio, y no se corresponde para nada con la realidad. Que mis jefes hubo otro día que también me sonrieron; no vayáis a pensar que son unos bordes.

Dedicado a todos los que por alguna razón habéis pasado hoy por mi blog. Gracias. Ah, y os pido un regalito: como nos decían mis padres a mis hermanos y a mí en sus cumpleaños, el mejor regalo es que os llevéis bien. Pues eso, a llevarse bien.

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