Hola Juan, te lo he dicho muchas veces, pero como cuando me dices “sí,
sí” no sé si es que me mientes o si es que se te olvida en cuanto nos
despedimos, te escribo esta carta. Es para que la leas, y la guardes, y la
releas y reflexiones sobre ella. Ojalá te sirva, aunque permíteme que tenga
muchas dudas al respecto.
Mira, nos conocemos de toda la vida, así que no me vengas con cuentos.
Ya te lo decía cuando jugábamos juntos al fútbol y empezamos a salir con
chicas. Me acuerdo de aquella que te dejó porque no querías que se pusiera
minifaldas, o aquella otra que también lo hizo porque la echaste la bronca de
su vida cuando te dije que había estado tomando unas cañas con ella. Sí,
machote, sí, que la zarandeaste mientras la gritabas porque se había tomado unas
cañas con tu mejor amigo.
¿Que cómo lo sé? Porque me encontré hace poco con ella y me contó toda
la historia. Sí, me acuerdo que tú presumías de haberla dejado. Pero no, fue
ella la que te mandó a hacer gárgaras después de sentir tu respuesta violenta.
A mí no fuiste capaz de decirme nada, ¿eh machote?
Ya entonces te comportabas de una forma…digamos… rara con las mujeres. Te
gustaban mucho, te enamorabas enseguida, pero en cuanto empezabas a salir con
alguna tu obsesión era cambiarla. Sí, querías que dejara de ser esa mujer de la
que te habías enamorado para que fuera un diseño que tú tenías en la cabeza.
¡Cuántas chicas, cuántas mujeres se fueron de tu lado!
Pero por fin la encontraste. Encontraste una mujer que, aún no sé por
qué, decidió compartir su vida contigo. Y eso que su vida cada vez fue menos
suya, porque para estar contigo tenía que adaptar su forma de vestir a aquello
que tú considerabas que no era provocativo, tenía que dejar sus amistades a un
lado, tenía que encerrarse en su casa hasta que tu decidieras ir a buscarla
para salir.
“En toda relación hay que adaptarse a los gustos del otro”, me decíais.
Pero veía que la única que se adaptaba era ella, y que tú, al contrario, ibas
cada vez poniendo más y más requisitos, más y más normas que sólo le afectaban
a ella.
Creía que te estabas equivocando, creía que os equivocabais ambos, pero
era vuestra vida y tenías derecho a vivirla como más os apeteciera.
Pero has cruzado el Rubicón. La verdad es que ya no sé si lo acabas de
cruzar o lo cruzaste ya hace mucho tiempo y yo he estado en Babia.
Cuando el lunes la vi con las gafas de sol a pesar de la lluvia que nos
estaba cayendo…
¡¿Cómo has podido?!. Quién te crees que eres. Ni a ella ni a nadie, pero
menos a ella. Te ha dado los mejores daños de su vida, te ha dado un hijo
“clavadito, clavadito a su padre”, te ha dado su vida y tú, maltratador, le
haces esto.
Sí, eres un maltratador. Puede que siempre lo hayas sido. Podría
dedicarte muchos insultos, todos los que se me vienen a la cabeza, pero creo
que no hay un insulto mayor para un hombre que llamarle maltratador.
Aprovecharte de tu fuerza física para golpear a una mujer, a tu mujer…
No hay “es que” que valgan. Me da igual lo que ella haya hecho, me da
igual el día que tuvieras, me da igual todo. No se debe emplear nunca la
violencia, pero lo más repulsivo es que la emplees contra quien ha decidido
compartir su vida contigo y debería sentirse la persona más segura del mundo
dentro de su casa. Pero has convertido su casa, tu casa, en una mierda. No,
machote, no. No eres un machote, eres un maltratador.
Sigo siendo tu amigo. La verdad es que me cuesta decirte que soy tu
amigo, pero lo soy. Y precisamente por eso, en cuanto deje esta carta en tu
buzón, voy a ir a la comisaría a denunciarte. No sé si la denuncia prosperará,
no sé si ella me apoyará o preferirá decir que no pasa nada. Pero es mi
obligación, precisamente por ser tu amigo, denunciarte.
No puedes volver a hacerlo, no puedes volver a imponer por la violencia
nada. No puedes seguir destrozando su vida, o la de cualquier otra que la
comparta contigo en un futuro.
Reflexiona sobre lo que has hecho, sobre lo que estás haciendo. Estás
destrozando su vida, y la de tu hijo, y también la tuya. Creo que es lo mejor
que puedo hacer y, porque quiero poder seguir llamándote amigo, te he
denunciado.
Con esta carta he obtenido el tercer premio del concurso "Carta a un maltratador" del Distrito de Barajas