REALIDAD PARALELA
Energía Cinética es aquella energía que posee un cuerpo, o
una sociedad, debido a su movimiento.
Hace unos años, cuando mi hija Ana empezaba en eso que llamamos
adolescencia, le recriminé que fuera a pasar la tarde al centro comercial.
“¿Qué hago papá?”, “¿Qué puedo hacer en Barajas?”. A sus peguntas mi respuesta
fue el silencio. Un silencio muy incómodo que, desde entonces, no ha dejado de
martillearme más que cualquier grito.
Me hubiera gustado vivir otra realidad. Me hubiera gustado que la
mecánica cuántica tuviera razón y que en otro universo pudiera cambiar mi
silencio por una respuesta.
En ese universo le habría dicho que podía acercarse a los Tanques
del Aeropuerto que, en lugar de desmantelarse, se habían convertido en un
centro de arte y de investigación aeronáutica, al igual que habían hecho con el
Espacio Cultural El Tanque de Tenerife. En Barajas hay cinco tanques, cinco
espacios donde arte y ciencia se dan la mano.
A la salida, podría escuchar música, o danza, o asistir a una
representación teatral al aire libre en
el Auditorio que se había hecho en la explanada del mercadillo, en la calle
Ayerbe.
No era el único sitio donde se podía escuchar música, porque en el
distrito, en varias plazas significativas, se habían instalado templetes donde
muchos músicos amenizaban las tardes. En la Plaza de Loreto, en la de Cristina
Arce y Rocío Oña, en la plaza nueva del por fin remodelado Barrio del Aeropuerto,
en la Bahía de Cádiz…
Desde allí podía ir a la Alameda de Osuna, en bici o andando,
usando la Vía Verde que se había prolongado y se unía con el Casco Histórico.
A lo largo de la Vía Verde se podían ver las dos grandes tapias
del Colegio Ciudad de Guadalajara y del Instituto Barajas, donde los grafiteros,
algunos de ellos del distrito y de prestigio mundial, habrían plasmado su arte
para su contemplación libre. Museo Vivo de Arte Urbano le habían llamado a esta
zona.
Siguiendo esa misma vía, podía llegar hasta el Castillo de la
Alameda, donde un grupo de actores hacían de anfitriones y representaban, en
varios idiomas, un episodio de la vida de los Zapata.
Conectado peatonalmente, podía ir al Centro Cultural “Las
Caballerizas”, que disponía de una gran sala para representaciones y
proyecciones de todo tipo, y de una gran sala de exposiciones, y también de
tiendas dedicadas a la venta de instrumentos musicales y de discos y CD, de
libros, de lienzos y pinturas, de fotografía y vídeo, de moda española… y
también de un bar y de un restaurante donde podías degustar productos
madrileños.
Como la puerta de atrás del Parque de El Capricho se había
abierto, se podía acceder a él fácilmente, y allí podría visitar el Palacio,
donde un grupo de actores lo explicaban teatralmente al visitante.
Lo mismo ocurría con el Búnker, donde estuvo el General Miaja con
el centro de mando del Ejército Republicano, y que, por fin, se había abierto.
Fuera, en el Jardín, se podía escuchar la música de los alumnos de
la Escuela de Música, que tocaban en sus templetes.
Por el parque, que era una de las zonas elegidas por los novios
para hacerse reportajes fotográficos, podías ver cómo los carruajes, de
distintos tipos y distintas épocas, llevaban a los visitantes desde la entrada
principal hasta el Palacio, siguiendo el camino que tantas veces habían usado
los Duques de Osuna.
El Jardín podía seguir siendo visitado libre y gratuitamente los
fines de semana y festivos. En días de diario, para no dañar las zonas
verdes, se podía acudir en grupo, con
visitas guiadas por especialistas en arte y en botánica que, en varios idiomas,
lo explicaban todo.
Saliendo de El Jardín de El Capricho se podía acercar, también
peatonalmente, al Parque de Juan Carlos I, donde los carruajes hacían amplios
recorridos mientras mostraban al visitante las enormes riquezas que contiene.
Los guías del parque hacían también recorridos peatonales por el Museo al Aire
Libre de Esculturas de Gran Formato, o por las riquezas botánicas del parque.
En el parque se habían creado muchas actividades. Para evitar
quitar zonas verdes, se habían enterrado los
aparcamientos, y en su superficie, se habían creado diversas
instalaciones, como las cuadras para los caballos que los visitantes podían
alquilar para montar por el parque, solos o con jinetes expertos que te
iniciaban acompañaban en los paseos.
Estos paseos se habían ampliado enormemente al conectar el Parque
Juan Carlos I con el vecino Parque de Felipe VI, de Valdevebas, con una gran
pasarela peatonal y ciclista sobre la M-11.
En otra de las zonas de aparcamiento, se había creado un rocódromo
y un parque multiaventura donde poder disfrutar de puentes tibetanos,
himalayos, colgantes, de trapecios longitudinales, puente mono, con lianas, de
tablas movedizas, de lazos paralelos, con red vertical….
Siguiendo con los
deportes, se había potenciado el alquiler de piraguas en la ría del parque y se
había reparado el barco que las recorría.
Allí, junto al
embarcadero, se había recuperado la gran sala de exposiciones, bajo la Estufa
Fría, donde se ofrecía al visitante un recorrido fotográfico y virtual del
Parque.
Podía ir a ver la Pirámide Solar, que se había completado con la instalación de varias
minieólicas en su contorno, y donde los visitantes podían informarse de las
energías renovables e, incluso, contratar la instalación de cualquiera de ellas
en sus viviendas.
En otra de las zonas de
aparcamiento, la más cercana al Recinto Ferial de IFEMA, se había instalado la
Escuela de Hostelería, dirigida por un “cocinero Michelín” y que ofrecía en su
restaurante una cocina de alta calidad. Al estar cerca de IFEMA, muchos de los
expositores, nacionales e internacionales, se acercaban allí a degustar los
platos creados por los alumnos de la Escuela.
En IFEMA, en la nave
más cercana a la puerta, se había instalado, de forma permanente, una exposición-venta
de productos españoles, basada en las denominaciones de origen de todas la
Comunidades Autónomas. Era un espacio para comprar, pero también para
contemplar la gran riqueza agrícola y ganadera de España.
Claro, que no era la
única feria. En la gran calzada que rodea la ría del parque se habían instalado
cien puestos de feria permanente, y en ellos, cada semana, una provincia
exponía lo mejor de sí misma. La única
condición era que cada puesto contratara a un trabajador para ayudarles en las
tareas de venta y promoción.
Y cómo no, el
Auditorio, después de muchos años cerrado, había abierto de nuevo sus puertas,
y ofrecía conciertos y espectáculos de todo tipo. Y en los bajos se habían instalado tiendas de
artesanía y de ropa, y bares.
Saliendo del parque por
la puerta de Corralejos, iría a la nueva estación de Metro que se habría
abierto en ese barrio y que serviría para conectar la línea 5 con la 8, y
permitir la llegada de visitantes en transporte público.
Al lado está la
Biblioteca Gloria Fuertes, que con las nuevas situadas en el Ensanche de
Barajas y en el Barrio del Aeropuerto, formarían una red en la que escritores,
narradores y cuenta-cuentos nos harían disfrutar de los textos que contienen.
Para terminar, le diría
a mi hija que se acercara a la Universidad Libre de Barajas. Una Universidad
que tendría sus sedes en los colegios e institutos públicos del distrito, que
habrían cedido sus aulas por las tardes y los fines de semana para que todos
aquellos que tuvieran algo que contar pudieran hacerlo, y donde todos aquellos
que quisieran aprender también encontraran su lugar. Desde punto de cruz a la
mecánica cuántica, desde la obra de Cervantes a conversaciones en inglés, desde
cocina americana a clases de guitarra, todo se podría encontrar en esta Universidad
Libre. Los profesores serían en su mayoría jóvenes recién licenciados, pero
también muchos jubilados que querían legar sus conocimientos sobre alguna
materia, y parados que no querían dejar de enseñar y aprender.
Formarían parte de
ella, claro, el nuevo colegio público del Ensanche y el nuevo instituto. A
todos, a los ya existentes y a los nuevos, se podría llegar cómodamente, andando o en bici, gracias
a los “caminos seguros al cole”.
Toda esta historia
tiene un problema. En este mundo paralelo mi hija no me diría “¿papá, qué puedo
hacer en Barajas?”, porque estaría informada por los plenos, o los consejos
territoriales, o las asambleas de barrio, que se harían a horas en las que
todos podríamos ir. Y si le quedara alguna duda, acudiría al Centro Joven del
distrito, donde le informarían de todas las posibilidades y de lo más adecuado
para su edad.
En este Barajas
paralelo, dominado por la educación, la cultura, la ciencia, el deporte y la
participación ciudadana, los 2.600 parados de Barajas habrían encontrado
trabajo. No sólo se habría creado un gran número de puestos de trabajo directo,
sino que los numerosos hoteles estarían al máximo de su capacidad, y habría
sido necesario construir otros nuevos, y el pequeño comercio y la hostelería se
beneficiarían del trasiego peatonal de los residentes y de los turistas que,
venidos de otros puntos de la ciudad de Madrid, de su Comunidad, y de otras
partes de España, convertirían a Barajas en un auténtico Bien de Interés
Cultural.
En esta realidad
paralela en Madrid y, por lo tanto, en Barajas, no llevaría decenios gobernando
la derecha. Estaría gobernando un partido que se habría presentado con el lema
“EC”.
Sí, es raro que un
partido se presente con EC, la abreviatura de Energía Cinética, que es aquella energía que posee un cuerpo, o una sociedad, debido a su
movimiento. Pero EC, esa energía que se posee gracias al movimiento, es lo que mejor representa toda la
transformación que habría experimentado nuestro distrito. Además, EC, se podía
usar para Educación y Cultura, o Educación y Ciencia, o Educación y Ciudadanía.
Siempre Educación, siempre Barajas.
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Nota final: la mayor parte de lo aquí recogido ha sido presentado,
por mí o por otros compañeros del Grupo Municipal Socialista de Barajas, en los
plenos de la Junta Municipal, y ha sido rechazado por el rodillo del PP. Otras
son aportaciones nuevas que sirven para completar el Barajas en el que me
hubiera gustado que mis hijas crecieran y donde todos pudiéramos vivir.
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