Estos días, en todas las
administraciones, se están estudiando los presupuestos para el año que viene. A
unos, después de un trabajo de cuadre, les toca defenderlos. A otros, detectar
sus deficiencias y plantear cambios presupuestarios. Yo mismo hice este trabajo
de crítica durante algunos años con los presupuestos de Barajas.
Tengo que reconocer que lo hice mal. Y
creo que el mismo error que yo cometía se va a volver a repetir en todas las
administraciones. Por eso, entonando primero un mea culpa, creo que hay que
cambiar la forma de debatir los presupuestos.
En mi caso, el PP, que gobierna en Madrid
y, por tanto, en el distrito de Barajas, planteaba una serie de partidas
presupuestarias. Yo miraba cuánto se dedicaba a cada tema, si aumentaba o
disminuía, y proponía movimientos de dinero de una partida a otra, según el
interés que tuviera en determinados asuntos. Creo que es un error de concepto
que nos impusieron los economistas y en el que caí.
Unos presupuestos deben marcar primero el
objetivo. Primero deben definir el fin y luego poner todos los medios para
conseguirlo.
Hay partidas que no se pueden eliminar,
como las del pago a los trabajadores de la administración, o las de pago de
luz, agua, material de oficina o cualquier otro necesario para que los
trabajadores hagan su trabajo. Todas las demás, todas, deben ponerse en
cuestión.
Estamos en una situación de emergencia
nacional y, como tal, debemos encaminar todos nuestros esfuerzos en eliminar
esa emergencia. Cuando diversas ONG dicen que en España hay 2.700.000 menores
pobres, eso es una emergencia, y debemos poner todos nuestros recursos para
eliminarla.
Lo primero que sería necesario saber es
cuántos menores pobres conviven con nosotros. Convocar en una reunión a los
Servicios Sociales del Ayuntamiento, a los directores de los centros
educativos, a los representantes de las ONG que trabajan en el distrito, pueblo
o ciudad, y cuantificar uno a uno todos los menores pobres. Siguiendo el caso
de Barajas, me gustaría saber si son 27, o 72, o 356. Con la lógica protección
de datos, es necesario saber cuantos menores necesitan la colaboración de la
sociedad en la que viven para eso, para vivir, para tener una vida digna.
Una vez cuantificados, proponer los
medios para que salgan de su situación de pobreza. Aquí expongo unos cuantos,
que puede ser o que se pueden modificar, o ampliar. Lo importante es que cada
administración entienda que ese es su objetivo y que hay que poner los medios
para cumplirlo.
1.- Garantía de desayuno, comida y
merienda gratuita. Los menores escolarizados, a través de sus centros
educativos. Los que, por edad, aún no lo están, con aportaciones de alimentos
infantiles directamente a sus familias. En estos casos, incluyo también pañales
y cualquier otro artículo necesario para su higiene.
2.- Garantía de ropa y calzado gratuitos.
Establecer unos criterios básicos de renovación de vestimenta (¿un chandal, dos
pantalones, dos camisetas, dos jerseys, un abrigo, unos zapatos, unas
deportivas, cuatro juegos de ropa interior?) y garantizarlos.
3.- Garantía de libros de texto y
material escolar gratuitos, así como costes de salidas y excursiones. Que no
haya ninguna diferencia en el centro escolar entre los menores.
4.- Medicinas gratuitas para los menores
pobres, con una tarjeta sanitaria gratuita. Derecho a la salud efectivo.
5.- Garantía de recursos energéticos. Que
a ningún menor le falte en su casa luz, o agua caliente, o calefacción.
Lógicamente, los que tienen casa. Si hay menores viviendo en la calle, el
objetivo prioritario debe ser facilitarles una vivienda.
6.- Trabajo para los padres/madres de los
menores pobres, especialmente para aquellos con dos o más menores a su cargo.
Esto se puede hacer ofreciendo ayudas a empresas, o facilitando el autoempleo, o
contratándolos directamente desde las diferentes administraciones. Las primeras
medidas son de implantación inmediata para paliar la emergencia nacional; esta
medida tiene un plazo de implantación un poco más largo, pero es el que quieren
los padres y madres. Quieren ser ellos los capaces de mantener a sus hijos, y
debemos facilitárselo. Cuanto más se avance en este punto, más se reducirán las
partidas destinadas a los puntos anteriores.
Para desarrollar este punto, dado que las
agencias de empleo se han mostrado completamente incapaces, crearía, en cada
municipio, una asociación a la que invitaría a participar a los jubilados con
conocimientos laborales y empresariales, y a todos aquellos trabajadores
activos que quieran colaborar. Deberían tratar caso por caso, persona por
persona, y buscarles una salida laboral.
Una vez cuantificados los menores pobres,
realizar la multiplicación necesaria por los puntos anteriores, y decidir qué
administración, en el ámbito de sus competencias o no, se encarga de llevarlo a
cabo. Pero debe llevarse a cabo en cualquier caso. Si una administración no
participa, tendrá que responder el año que viene ante sus electores. Y las
administraciones que participen deberán asumir “competencias impropias”.
Pero creo que es un tema que merece un
gran pacto. O múltiples grandes pactos, en cada ayuntamiento, en cada comunidad
autónoma, a nivel estatal. Es una situación de emergencia nacional y debemos
tratarla como tal. No podemos llamarnos sociedad civilizada si nuestros menores
pasan hambre, o frío, o no pueden vestirse, o no pueden tomar medicinas, o no
tienen libros para estudiar. Como siempre se dice de la educación, el dinero
invertido en nuestros menores no es un gasto, sino una inversión que rendirá
sus frutos inmediatos y sus frutos de futuro, de una sociedad mejor.
Creo que todos entenderíamos que no
arreglen el bache de mi calle, o que no se construya el centro cultural o
educativo esperado, o que las fiestas se hagan con presupuestos mínimos, o que
no se amplíe determinada autopista, o que tengamos que esperar un año para
conseguir algo que venimos reclamando hace tiempo, todos lo entenderíamos si
supiéramos que no se hace porque el dinero va destinado a nuestros vecinos
menores pobres.
O si las cuentas no salen, tal vez
deberíamos plantearnos subir algún impuesto. Me quejaba hace poco de que el
ayuntamiento me va a cobrar casi 500 euros en IBI y basuras. Pues bien, no me
importaría que me cobrase algo más para esta situación de emergencia nacional.
O en el IRPF, o donde sea.
Es evidente que son necesarios más
inspectores fiscales para acabar con el fraude, y más inspectores laborales
para acabar con el trabajo en negro, pero estas son medidas que necesitan tiempo,
y nuestros menores que hoy no pueden comer no tienen tiempo. Ojalá dentro de un
año los presupuestos puedan plantear otras prioridades, pero este año, para mí,
ésta debe ser la prioridad. Ojalá el aumento de la inspección y, por tanto, de
la recaudación, así como las medidas de fomento de empleo para los padres y
madres de los menores, consigan que éste sea un tema olvidado. Hoy hay que
actuar directamente sobre las necesidades, y cubrirlas.
Insisto en que son medidas para tomarlas
ya, debido a la emergencia nacional. Me podrán decir, y yo mismo me lo digo,
que las medidas educativas o sanitarias o de alimentación deben destinarse a
todos los menores, sin distinción. Me podrán decir que hay otros colectivos,
como el de los mayores, que también necesitan medidas específicas. Ojalá ese
sea el objetivo del año que viene, o del otro. Pero mientras haya unos menores
sufriendo, primero debemos ocuparnos de ellos, ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario