Las sábanas arrugadas me quieren echar a
patadas. Yo os pateo, sábanas, mantas, colchas que intentáis taparme mientras
queréis expulsarme. Dejadme en paz, dejadme que me muestre desnudo a todo aquel
que venga. Estoy enfermo, sí. La fiebre me quema la cabeza. Apartad ese
termómetro. Qué sabrá él de fiebres. La cabeza me arde y el pecho se llena de
contaminación y de miasmas. De sangre. Los pulmones recogen la sangre que le
sobra al corazón y se encharcan hasta que la escupo sobre la acera. Aceras
llenas de escupitajos, rotas, cansadas de soportar pies que las pisotean y que
las ignoran. Decís que he muerto, pero todavía no. He quitado la paja que me
cubría y se ha quedado un grano
verdadero. El que no me cubra ya la paja no quiere decir que haya muerto. Mi
garganta llena de gritos lo confirma. Grave grita verdades. Cuchichead,
cuchichead sobre mi muerte en las orejas de los ignorantes. Los granos que
quedaron aún me llaman. Son más que los dedos de la mano, pero son menos que
los de las dos manos. Iré a la cocina a por el cuchillo y me cortaré los dedos
que me sobran. Llenaré la cocina de sangre, la arrastraré por los pasillos y
las aceras. Mostraré mis dedos cortados a todo aquel que los quiera ver. No, no
sangraré estos versos. No sé cómo hacerlo. No puedo cortar las frases que salen
como un grito. Es un grito continuo lleno de toses. Levántate. Pasea desnudo.
Los edificios llenos de cristales reflejarán el cuerpo deforme, enfermo. La
fiebre será vista, como una camisa rasgada. Ellos dejarán que las lenguas
viscosas se acerquen a sus orejas y penetren en su cerebro hasta reblandecerlo
y convertirlo en una masa blandengue. La fiebre me protege de esas lenguas. Y
la sangre les aparta. Si no queréis escuchar sangre, no me miréis. Alejaos. Dejadme
con el grano. Paja y sábanas que con un ligero viento os marcháis. Id, volad,
no os quiero cerca. Así todos podrán ver mis pulmones encharcados, mi garganta
llena de gritos, mi piel supurando. El estómago me duele duro. Vomitaré.
Expulsaré cosechas y gases. Cubriré edificios con fiebre y sangre. Roto,
despedazado, me mostraré al mundo.
Nota para los fieles: no os preocupéis
por mi salud mental. Que simplemente he releído a Maiakovski y quería hacerle
un homenaje. Que si eso, otro día, hablaré de lo bonita que es la primavera.
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