El día después de las elecciones toca
análisis, claro. De las elecciones vascas casi voy a pasar. Supera a mi
entendimiento que alguien que piensa destrozar la sanidad, la educación, las
políticas públicas, que simplemente por el hecho de ponerse una ikurriña por
chal, sea votado mayoritariamente. Necesitaría conocimientos en psicología, e
incluso de psiquiatría para poder entenderlo. Que una bandera consiga tapar el
bosque es algo que me sobrepasa. Parece ser que, en Cataluña, otra bandera va a
tapar también el bosque en noviembre y la derecha de CIU, portadora del hacha
catalana, también va a ganar allí.
Así que me quedo con el análisis de las
elecciones gallegas. Sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con Cospedal
y el resto de la derecha política y mediática, en que ayer los gallegos
avalaron la política de ajustes (léase recortes) del PP.
También estoy de acuerdo con que el PSOE ha
perdido las elecciones, y que es necesario que reflexionemos sobre el camino
seguido y el que nos queda por seguir. El PSOE es un partido que aspira a
gobernar para transformar la sociedad. Por eso, para nosotros, cualquier
resultado que no signifique gobierno, es una derrota. Hemos perdido votos pero,
aunque los hubiéramos ganado, si eso no implicara gobernar, hubiera sido
también un desastre. Sí, estamos disgustados. Yo al menos lo estoy, y no por
Pachi Vázquez, a quien no conozco, o por el resto de los que se presentaban a
diputados. Yo estoy disgustado porque era una oportunidad para frenar los
recortes en Galicia, de forma clara, y para frenarlos, por inducción, en el
resto de España.
Me hubiera gustado que en Galicia se frenara
la muerte de aquellos enfermos que no pueden pagarse las medicinas, que se
frenara la malnutrición de aquellos menores que no pueden pagarse el comedor
escolar, que se frenara la imposibilidad de muchos jóvenes de abandonar los
estudios universitarios por no poder pagarse la matrícula, que se frenara una
reforma laboral que nos va a aplastar más y más… Me hubiera gustado, en suma,
que se frenaran los recortes del PP.
No ha sido así. Los socialistas
reflexionaremos e intentaremos buscar la razón. Lo haremos, seguro.
Respeto, aunque evidentemente no comparto,
aquellos a los que les da igual que se mueran enfermos por no poder pagar las
medicinas, o que les da igual que los menores no puedan comer en los comedores
escolares, o que les da igual que los jóvenes abandonen la universidad por no
tener dinero, o que nos aplasten con la reforma laboral. Respeto, aunque
evidentemente no comparto, que antepongan el voto a su partido al bienestar de
sus familiares y amigos, incluso al propio. El “todo por la patria” convertido
en un “sacrifico la educación, la sanidad, los servicios sociales, la
dependencia, los derechos laborales, por mi voto al PP” es una opción que
respeto, aunque evidentemente no comparto. Estarán muy felices por la victoria
de su partido y se mantendrán igual de felices cuando su hijo no pueda pagar la
tasa universitaria.
Pero el resto de los análisis no los
comparto, y mira que lo siento.
No puedo entender la alegría de aquellos que
han creado un nuevo partido y han conseguido unos cuantos diputados. Aquellos
que nos critican porque queremos ganar, se alegran porque, mirándose el
ombligo, consiguen algo de representación en el parlamento. Deberían estar
cabreados, igual que lo estamos los socialistas, por no haber conseguido desalojar
al PP y sus políticas de recortes. Pero no, están felices. Qué alegría. Cuando
una persona muera por los recortes del PP en sanidad, me imagino que irán a ver
a su familia y le dirán que qué mala suerte, pero que ellos están muy contentos
porque han conseguido representación parlamentaria, y van a sacar una nota de
prensa dura, o durísima, según les pille. Y lo mismo cada vez que un
universitario tenga que abandonar por no tener recursos, o cada vez que echen a
la calle a un trabajador aplicándole la reforma laboral del PP. Estarán felices
porque tienen grupo parlamentario y se van a enfadar, bueeeeno, cómo se van a
enfadar.
Otros que están muy alegres son los
abstencionistas, a los que se suman los votantes en blanco, y los votantes
nulos (sus votos, no ellos, claro). He leído esta mañana a uno de ellos, que
estaba muy contento porque han crecido un montón y muestran así que una parte
importantísima de la ciudadanía no está de acuerdo con el sistema. Los que no
creen en que al pueblo sólo se le escuche cada cuatro años, están encantados
con mostrar su protesta sólo cada cuatro años. Viva la contradicción. En las elecciones gallegas, los
abstencionistas, más los votos blancos y los nulos, son más de 900.000. Chupi,
que guay. 900.000 que mostrarán otra vez su enfado dentro de cuatro años y, con
un poco de suerte, superarán el millón, o el millón y medio. Si es que la
indignación no tiene límites. Mientras, cuando se convoque una manifestación
contra la reforma laboral, ellos se quedarán en la barra del bar diciendo lo
injusto que es el mundo. Cuando un enfermo muera por no tener atención médica o
por no poder pagarse las medicinas,
escribirán twits muy enfadados, perdón, muy indignados, faltaría más.
Todos estos que quieren trasformar la sociedad para que no se les consulte sólo
cada cuatro años, se quedarán en su casa sin hacer nada hasta dentro de cuatro
años, cuando volverán a mostrar su indignación. ¿Veremos en alguna
manifestación en Galicia a 900.000 personas?, O aunque sea a 450.000, o
200.000. No, que los indignados estarán muy ocupados poniendo tuits diciendo
que “PSOE y PP la misma mierda es”, mientras no mueven un dedo por evitar la
muerte, la desnutrición, o la expulsión de los estudios o del trabajo de su
vecino. Hasta dentro de cuatro años, claro, donde se volverán a abstener, o a
poner alguna frase ingeniosa en su papeleta para que sea nula. Que majetes.
Sí, yo como socialista voy a analizar,
reflexionar, cambiar. Pero también voy a seguir mostrando en la institución en
la que estoy mi más absoluto rechazo a los recortes del PP. Y lo haré también
en la calle, en las manifestaciones, huelgas, asambleas, o cualquier otra
protesta que se convoque. Al menos, lo haré mientras aguante.
Sí, digo que mientras aguante porque es
difícil estar enfadado mientras ves que a derecha e izquierda la gente está
feliz. Es difícil pertenecer al único grupo enfadado porque a mis hijas no
pueda pagarles los estudios universitarios, o porque mi jefe no pare de
amenazarme con mandarme a la calle con una indemnización ridícula. Los de
derechas no se enfadarán porque piensan que, al ser un obrero, no me merezco
nada mejor. Los de mi izquierda sí se enfadarán, y pondrán tuits muy
indignados, pero ahí acabará su enfado: no asistirán, más que en una mínima
parte, a la próxima manifestación por cualquiera de los servicios públicos que
nos están robando.
Igual me la cogeré con papel de fumar y me
sumaré a la mayoría de gente alegre. Igual fundo mi propio partido que recoja
por completo mi sensibilidad. Sí, que eso de votar un partido con el que estás
de acuerdo en 99 de sus propuestas pero discrepas en una no debe de estar bien.
Así, con mi propio partido, si consigo que me voten 10 entre familiares y
amigos, podré estar feliz al día siguiente de las elecciones diciendo que he
multiplicado por diez las expectativas. Incluso si no me voto ni yo mismo,
podré estar feliz diciendo que pertenezco a esa mayoría de abstencionistas, más
votos en blanco y nulos que no estamos de acuerdo con el sistema. Mientras, mis
hijas trabajarán de putas en Eurovegas, pero yo estaré feliz, como la mayoría
que no es socialista.
Alberto López Langa
Portavoz del Grupo Municipal Socialista de
Barajas
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