“He visto la luz, de repente he comprendido toda la política
mundial, lo pongo en el Facebook y la gente, va, y vota otra cosa; son tontos”.
Esto, o cosas similares, lo he visto escrito tras las elecciones andaluzas y lo
estoy viendo también con respecto a las encuestas que se están publicando con
el resto de elecciones. Y “tonto” es el calificativo más suave que he visto,
porque he podido leer auténticas barbaridades destinadas a “los otros”.
No soy un experto politólogo, ni sociólogo. Simplemente soy
un ciudadano que, durante una etapa de su vida, se dedicó a la política activa.
Y, desde mi experiencia, la razón por la que se ganan o se pierden elecciones
va un poco más allá. Lo expongo a continuación. Entiendo que se puede no estar
de acuerdo, ya que es sólo mi opinión, pero por si a alguien le vale, la
cuento.
Para ganar unas elecciones hacen falta unas cuantas cosas
más que unas frases ingeniosas en el Facebook. Las enumero, aunque esta
numeración no implique prioridad, sino simple ordenación.
1.- Un candidato/a. El partido al que vas a votar lleva un
excelente candidato/a, pero el resto de partidos también lo lleva.
Especialmente en estas elecciones, en Madrid, se puede ver el esfuerzo que han
hecho todos los partidos por buscar personas válidas. Lógicamente, el del
partido que vas a votar será el mejor, para ti, pero “los otros” tendrán sus
candidatos igual de válidos. Un excelente candidato, elegido por el partido de
una forma u otra, puede desequilibrar algo la balanza pero, en principio, sólo
entre los de tu espectro ideológico.
2.- Un programa. El de tu partido es el mejor, claro, pero
el de “los otros” va a ser similar porque, al final, todos detectan los mismos
problemas y todos aplican similares soluciones. Al menos los de tu espectro
político. Aquí ya puedes empezar a ver diferencias políticas entre izquierda y
derecha, y mediopensionistas. El problema es que cuando se trata de soluciones
concretas, todos, da igual de qué zona sean, van a “construir un
polideportivo”. Y cuando no se concretan las propuestas, todos, van a
“impulsar, favorecer, crear las condiciones necesarias…”. Y hay alguna candidata que ya
ni presenta programa. Por eso, no es tanto el programa como la credibilidad de
quién lo presenta lo que puede favorecer a tu partido.
3.- Un partido. El partido es importante porque es casi
imposible que alguien sepa de todo. Es necesario que exista un lugar, físico o
virtual, donde se reúnan y complementen las personas que conocen de las
diversas materias, y desde el que se pueda responder a las inquietudes, sean
del tipo que sean, que tengan los ciudadanos/as. Sobre el partido hablaré un
poco más tarde.
4.- Una campaña. Hay siempre un porcentaje de indecisos que
deciden a quién votar durante la campaña electoral. Están los otros tres puntos
resueltos y se presentan a la ciudadanía de la mejor manera posible. Todos los
partidos hacen campaña, y dependerá del valor de los tres puntos anteriores y
de cruzar los dedos para que nadie meta la pata en plena campaña electoral. Las
meteduras previas se suelen perdonar, más cuanto más alejadas en el tiempo
estén, pero las de la campaña pueden decidir el voto en tu contra.
5.- El militante y/o simpatizante. Lo he dejado para el
final pero no por ello es menos importante. En los otros puntos puedes decidir
más o menos, de forma colectiva, dependiendo de los métodos de participación
que establezca tu partido. Pero en tu papel como militante o simpatizante
decides tú, y lo que hagas puede ser decisivo para que gane tu partido. Es el
trabajo más difícil porque no es un trabajo temporal, sino prolongado durante
años y sin horarios establecidos. Es necesario un contacto permanente con los
ciudadanos, escucharles, saber escucharles, y posibilitarles respuestas a sus
inquietudes. Y esto hay que hacerlo tanto con los ciudadanos de forma
individual, como con los colectivos en los que se agrupan, ya sean AMPAS, o
Asociaciones de Vecinos, o de mujeres, o
sindicatos, o plataformas en defensa de…
Aquí es donde la derecha lleva una gran ventaja. La
izquierda, las personas de izquierda, que en los años de la transición estaban
completamente movilizadas, organizadas, y con el valor de la fraternidad como
uno de sus puntos álgidos, ha ido perdiendo poco a poco toda esa fuerza,
mientras que la derecha la ha ido recuperando.
Partiendo de que las personas de derecha no tienen cuernos y
rabo, y que los hay que se preocupan por sus vecinos con la misma efectividad
que las personas de izquierda que lo hacen, tienen además unos puntos de apoyo
muy importantes. Con algunas honrosas excepciones, unos señores de negro, con
vestido negro, convocan a sus fieles todos los domingos y les aleccionan sobre
sus principios y valores. Este es un punto de reunión y conexión muy importante
del que la izquierda carece. Un dirigente de la derecha me contaba como cada domingo iba a una
iglesia distinta de su distrito para así poder estrechar cada semana las manos
de un centenar de sus votantes. Otro punto importante para esta conexión son
los colegios concertados religiosos.
Paralelamente, la derecha ha buscado acabar con todo aquello
que podía significar un punto de conexión de la ciudadanía. Han realizado una
campaña constante contra los sindicatos, a la que muchas personas de izquierda
se han sumado; han quitado subvenciones y actividades a las asociaciones de vecinos,
o AMPAS, o similares; han acabado con la asignatura “Educación para la
Ciudadanía”, la única que formaba en valores cívicos de forma directa; han
intentado hundir la educación pública y promocionar la concertada,
especialmente la religiosa; en resumen, han intentado acabar, y en ocasiones lo
han conseguido, con el tejido social, asociativo y cívico, porque es donde
saben que pueden debilitar enormemente a la izquierda.
Por ello hay que defender todas estas formas de conexión, y
crear nuevas. Pero, además, hay que llevar a cabo el papel importantísimo de
cada uno de nosotros en nuestra conexión con los vecinos. Pongo un ejemplo
claro.
En las pasadas elecciones europeas, cuando el partido
socialista estaba en su peor momento, el barrio del Aeropuerto, en Barajas, dio
la mayoría absoluta, después de muchas elecciones, al partido socialista. Las
razones siempre son múltiples, pero hay una clara: el enorme trabajo de durante
años ha realizado Lynda Valenzuela con los vecinos, escuchando, preocupándose,
aportando respuestas. Cuando el panorama era más desolador, consiguió la
mayoría absoluta. Si todos hubiéramos trabajado con el mismo tesón que Lynda,
con la misma empatía, los resultados generales habrían sido otros.
Lógicamente una persona no puede hacerlo sola. Necesita
detrás un partido al que pueda trasladar las preguntas sobre becas, o sobre
hipotecas, o sobre estado de las aceras, y que este partido responda y, en caso
de problemas graves, se presente físicamente una persona conocedora de dicho
problema para trasladar las respuestas.
Pero es imprescindible que existan personas como Lynda que,
además de atender a los vecinos, se ha ocupado de los movimientos sociales,
sean estos las asociaciones de vecinos, o la plataforma de alimentos, o la
comunidad bolivariana, por citar algunos.
Un candidato, un programa y una campaña pueden dar buenos
resultados. Pero es necesario, para que estos resultados se consoliden y
aumenten, un fuerte tejido social, y personas que sean los vasos comunicantes
entre la ciudadanía y los partidos. Si no, los buenos resultados pueden quedar
en flor de un día. Con la política se puede mirar, o trabajar para adentro buscando un puesto, o trabajar con los vecinos. De qué es lo que hagamos cada uno dependerá el resultado final.
Vuelvo a lo que decía al principio. Por mis amigos de
Facebook, seguramente el partido socialista obtendría un 50% de los votos,
Podemos un 30%, IU un 10% y la derecha un 10%. Pero confundir esto con los
resultados electorales es un error. E insultar a aquellos que no votan como tú
es un error aún mayor, porque será difícil que luego te den su voto y, sobre todo, porque se merecen respeto. Más
trabajo militante, más trabajo de calle es lo que realmente hace falta para ganar
las elecciones y que esa victoria se mantenga en el tiempo. Si no, volverá la
derecha.
Para terminar, y por si alguno se lo pregunta, cuando me
dedicaba a la política yo no conseguí la mayoría absoluta que Lynda consiguió
en el barrio en el que trabajó. En las elecciones europeas lo máximo a lo que
llegué, junto con el enorme trabajo de Lucila, fue a que mi mesa fuera la única
de la Alameda de Osuna, un barrio eminentemente de derechas, donde la suma de
votos de PSOE e IU ganó al PP. Estuvo bien, pero...
De estas elecciones saldrá contento el 20% de los votantes, y medio contentos, dependiendo de los pactos, otro 20%. Ninguno de los votantes, ni los que ganen, ni los que pierdan, serán tontos. Igual el problema es que no hemos hecho el trabajo que teníamos que hacer.